En su "guerra cultural" contra las múltiples formas de progreso liberal desde los años 60, la extrema derecha no entra en el debate político e ideológico, sino que tiende a limitar o prohibir los avances de los derechos humanos y sociales y a silenciar el discurso de oposición y resistencia.
En Argentina, el gobierno extremista de Milei ha decidido prohibir el uso del "lenguaje inclusivo" en el discurso oficial, utilizado por gobiernos anteriores y recomendado por Naciones Unidas. Al mismo tiempo, planea prohibir "la perspectiva de género", que considera un "negocio político".
Para lingüistas y analistas del discurso es tentador ridiculizar simplemente estas medidas como manifestaciones de la ignorancia y el atraso de la extrema derecha, en general, y sobre la lengua y la sociedad, en particular. Pero, como todo discurso y política, estas medidas necesitan un análisis crítico. ¿Por qué será que un gobierno quiere cambiar un uso lingüístico que se ha generalizado, nacional e internacionalmente, para evitar la invisibilidad lingüística de las mujeres en gran parte del discurso oficial? Seguramente, no se trata de las razones lingüísticas adoptadas por la Real Academia Española en España sobre la supuesta inocencia sociolingüística de la gramática española.
Más bien, como cabe esperar de un gobierno de extrema derecha, las razones son ideológicas y sociopolíticas. La prohibición en este caso no es sólo una forma de abuso de poder, sino también una manifestación del miedo. Miedo al cambio social progresivo. Miedo a que los hombres pierdan poder, respeto o estatus. Miedo a las mujeres y a sus derechos sociales. Miedo a que el lenguaje inclusivo sea una expresión de cambio ideológico que pueda adoptarse de forma más general. Miedo a que no se pueda dar marcha atrás en los numerosos cambios sociales y culturales que se han producido desde los años 60, como es el caso de los derechos civiles de los negros, los movimientos feminista y LGBT, el derecho a elegir el aborto, el matrimonio gay y la eutanasia, entre otros muchos derechos que no se pueden "cancelar" sin más. Miedo a perder la guerra cultural.
Milei et al no están solos. Están en compañía de los líderes de Vox en España, Trump en EE.UU., Bolsonaro en Brasil, Orbán en Hungría y Putin en Rusia. Todos ellos quieren dar marcha atrás, prohibir y limitar derechos sociales adquiridos internacionalmente en las últimas décadas, y que en gran medida han sido bien acogidos por amplias mayorías ciudadanas. Utilizando una vieja táctica de miedo anticomunista, entre sus muchas estrategias discursivas está caracterizar las políticas progresistas en términos de "marxismo cultural" y apoyar a grupos, medios de comunicación e instituciones que propagan el miedo entre la ciudanía al cambio cultural. La investigación ha demostrado que los programas electorales de la extrema derecha, como el de Vox en España, no formulan ninguna idea o política a favor de los derechos de la "gente" que su discurso populista dice proteger. Al contrario, debido a su miedo a socialistas, feministas, inmigrantes, gente musulmana o autonomías regionales, el programa de Vox en España es una larga lista de muchas cosas que el partido prohibirá cuando y donde llegue al poder, como se ha demostrado en algunas regiones de España.
En Holanda y Suecia, temas como el aborto, el matrimonio gay o la eutanasia ni siquiera forman parte de los programas electorales de la extrema derecha, ya que no se pueden obtener votos del electorado cuando y donde haya consenso sobre estos derechos sociales. Por otro lado, allí la extrema derecha se centra en la inmigración, las minorías étnicas y las bandas violentas de jóvenes inmigrantes. Más que la mayoría de las ideologías, el racismo y la supremacía cultural en Europa son difíciles de abolir, y fáciles de utilizar para inspirar miedo entre votantes.
De ahí que no sólo debamos llamarlos "extremistas", sino más bien partidos y prerrogativas “reaccionarios”, porque sus políticas e ideologías son ante todo una reacción contra los numerosos cambios liberales, sociales y culturales, que caracterizan cada vez más a las sociedades contemporáneas. Sociedades cada vez más diversas, donde mujeres, inmigrantes, negros, indígenas y las personas LGBT tienen los mismos derechos y oportunidades. En las que el uso del lenguaje refleja estos derechos y esta diversidad. En sociedades en las que las teorías fundamentales de la sociología, así como la diversidad sexual y genética, han dado forma al análisis en términos de género, en lugar de las categorías binarias simplistas y "naturales" de mujeres y hombres. Sociedades en las que las iglesias católicas o las cada vez más poderosas iglesias evangélicas no dicten la investigación científica, la educación y las políticas gubernamentales.
Sí, es fácil ridiculizar a la derecha reaccionaria por su atraso. Pero además de un análisis crítico, necesitamos resistencia contra su poder e influencia. Sí, están perdiendo la guerra cultural. Sí, sus políticas son formas de reacción de retaguardia. Pero siguen teniendo mucho poder, y abusarán de él para dominar, excluir y prohibir. Y es nuestra tarea como lingüistas y analistas de discurso analizar críticamente sus exclusiones neoliberales, racistas y patriarcales y su lenguaje excluyente.
* Teun A. van Dijk es lingüista, director fundador del Centro de Estudios del Discurso, Barcelona.
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