El último fin de semana, en una clínica privada de la Ciudad, un médico recibió a tres pacientes que padecieron los mismos síntomas durante tres días: más de 38 grados de fiebre y dolor corporal. Ante la lógica preocupación, les realizaron el test del coronavirus, que en todos dió negativo. Pero la fiebre persistió. En un segundo examen, el diagnóstico no falló: las tres personas habían contraído dengue.
El panorama no es distintivo de ese centro sanitario (del cual el médico prefiere no revelar su nombre), sino que se propagó por varias regiones de la Argentina. Es que esta pandemia “silenciosa” llegó a niveles históricos: en menos de cinco meses ya hay más de 8.000 personas infectadas de este virus que se trasmite por la picadura del mosquito Aedes aegypti. Cinco veces más que los casos confirmados de coronavirus.
“Tal como anuncia el dicho, que el coronavirus no tape al dengue“, pide Florencia Cahn, médica infectóloga que trabaja en el Ministerio de Salud de la Nación. La también presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE) alerta que el dengue -“como también el sarampión”, agrega- representa un problema a la salud pública que no puede ser desatendido. Los reportes de contagio (la suma entre los confirmados y sospechados) asciende a 26.351 casos.
De acuerdo al último boletín epidemiológico, con fecha del 2 de abril, se registraron casos de dengue confirmados -y sospechados- en 292 localidades del país. Las más afectadas, con un piso de 1.000 infectados, son Resistencia, Posadas, Iguazú, el conurbano bonaerense y la Ciudad de Buenos Aires. En ésta última ya se reportaron 3.760 casos.
“Tenemos un brote que puede ser de las dimensiones de 2016”, dice Julián Antman, gerente operativo de Epidemiología del Ministerio de Salud porteño. Y completa: “Se suma una complejidad extra al sistema de salud y a la energía que deben poner los profesionales. Si no tuviésemos el coronavirus podríamos abordar mejor el dengue. Estamos ante una crisis enorme”.
Fuente: El Canciller
Commentaires