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Se me apareció Eva

Parece que no, pero en estos días se estuvo hablando de todo: tarjeta alimentaria, rugbiers, consumo problemático, ¡y el infaltable Nisman!, con serie y todo. Nos pasa de leer las noticias y sentir que nos están preparando un cóctel bastante cargado para nuestro paladar. Y la costumbre hace que nosotros mismos tengamos esa manera medio caótica de procesar las cosas que pasan.


Y a mí, por ejemplo, se me apareció Eva. Tranquilos, que no se me presentó su espíritu, pero me estuve acordando de algunas cosas que ella marcó y que solemos dejar de lado. De ella, me conmueve esa convicción de que a los pobres no hay que compensarlos con lo justo, sino luchar para que tengan los mismos privilegios de los ricos, porque un derecho es realmente un derecho cuando un privilegio se vuelve de todos.


Estas ideas venían a colación de tres noticias que parecían peras y mandarinas, pero que mi cabecita entreverada de algún modo logró juntar. Por un lado, Grabois y Arroyo estuvieron meta debate sobre si alcohol sí o alcohol no, en el marco de la tarjeta alimentaria. Por otro, celebramos la reactivación de los cursos sobre temas de género para los estatales y la inclusión de los deportistas a esta movida. Y el asesinato del pibe en Gesell, que vino a abrir otro viejo debate: los consumos problemáticos de los ricos y de los pobres. Denominador común que ya habrá observado el atento lector: insistimos en discernir los problemas según unes y otres, y algo parecido pasa cuando se piensan las políticas.



¿Por qué algunos vivimos en un universo donde beber y drogarse no solo no está mal, sino que es un factor integrador en nuestra vida social, mientras que otros viven en un (sub)universo donde la ayuda que brinda el Estado no puede usarse con esa misma lógica social? ¿Por qué los estatales y los deportistas hacen cursos de género, pero no de nutrición ni de salud, como los beneficiarios de la tarjeta? En definitiva, daría la impresión de que los pobres -sobre todo, las pobres-, amén de serlo, tampoco cuidan bien de sus críos y no merecen tomar alcohol; no como nosotros, que re sabemos cuidar pibitos, porque estamos de “este lado” de la cultura, haciendo cursos de temas piolas que marcan la hora de este siglo.


No sé si tiene que ser todo política universal o todo política focalizada. Esta última es mala palabra para el progresismo nacional y popular, pero la realidad es que los muchos años que llevamos de ausencia de pleno empleo no nos dejan más remedio que considerarla. La pregunta sería: ¿por qué las políticas que podrían ser un poco más universales, nos esmeramos en hacerlas bien distinguidas? Venimos de una destrucción masiva, es cierto, y yo no pienso poner piedras en el camino de la reconstrucción. Pero, para adelante, no estaría mal una buena gresca pública sobre los problemas de la estigmatización de la pobreza como deficitaria cultural. A ver si un buen día la encendemos a Eva en la 9 de Julio, pero también en la calle y en los despachos.


Por

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