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Ludmila y los envenenadores

Por Carlos del Frade

(APe).- Ludmila tiene glifosato en su sangre. Con solamente tres años, el jueves 18 de abril de 2019, tuvo que ser internada de urgencia en el Hospital de Niños “Doctor Orlando Alassia”, de la ciudad de Santa Fe, capital del segundo estado argentino. Vive a pocos metros de un depósito de agroquímicos. Su casa está en el pueblo de Bernardo de Irigoyen, en el departamento San Jerónimo. Aquella contaminación denunciada en febrero de 2018 hoy está a punto de convertirse en leucemia.

Ludmila está enferma por la impunidad política con la que goza el fenomenal negocio de la democratización del veneno en la Argentina, en general, en Santa Fe, en particular.



En su momento, la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (CIAFA) y las propias empresas productoras de agroquímicos, informaron que en el país se comercializan al menos 1497 productos comerciales de herbicidas, insecticidas y fungicidas.

Y que de esa cantidad de productos, 12 son clasificados con la categoría Ia, 38 son con la categoría Ib, 393 con la categoría II y 376 con la categoría III por lo que 819 tienen toxicidad más peligrosa que el Roundup de Monsanto.

Ludmila está enferma por semejante negocio.

Por la impunidad política con que goza la proliferación de los venenos.

La potencial leucemia de Ludmila es hija directa de la creencia que el dinero es más importante que la salud y la naturaleza.

Y también de la cobardía de muchas y muchos que no quieren pelearse contra los productores de la riqueza.

-Mi nieta se descompensó el jueves 18 de abril. Tuvimos que llevarla de urgencia al Hospital de Barrancas, allí el diagnóstico fue el mismo que la última vez: contaminación por químicos – dijo Mariela Marioni, abuela de Ludmila.

“La casa de Ludmila es muy humilde y está a sólo 10 metros del depósito donde además de almacenarse agroquímicos, se lavan máquinas aplicadoras, infringiendo la normativa existente sobre este tipo de actividad dentro del radio urbano. Los especialistas que atienden a Ludmila coinciden en que los contínuos cuadros de envenenamiento que sufre la pequeña desde que tiene dos años, tienen estrecha relación con la interacción permanente con los venenos que se acumulan y escurren en las instalaciones aledañas. Sin embargo la respuesta que recibió hasta el momento la familia por parte de las autoridades locales es que "nada pueden hacerse al respecto", dice la nota escrita por el periodista Luis Emilio Blanco en el diario “La Capital”.

-El 11 abril de 2017 a mi hija le detectan glifosato en sangre…Nunca hubo respuesta, hablamos con el presidente de la comuna pero tampoco nos da una solución”, cuenta Waldo, el padre de Ludmila.

“Cómo puede ser que el Presidente Comunal no me dé una solución. Me acerque a hablar con él, me dijeron que no estaba y lo esperé. Como demoraba salí a la calle y ahí lo encuentro en la vereda. Me acerco y le digo: ‘Vengo a hablar con vos’. Me dice –como ignorándome–: ‘Yo en la vereda no hablo con nadie’. Me puse mal, nervioso”, describe el papá de Ludmila. Y sigue: “Voy a la oficina y le digo lo que está sucediendo, que mi hija está muy mal , que haga algo. Mientras le hablo se me ríe como que no entiende nada, como si no supiera lo que pasa, no le da importancia… y no aguanté más, me puse más nervioso, hubo un cruce de palabras y me denunció. Al otro día la policía fue a casa, me buscaron, me pintaron los dedos y todo eso por defender la vida de mi hija”, le confesó Waldo Terreno al periodista Ricardo Serruya.

Grandes empresas son indiferentes a la suerte de chiquitas como Ludmila.

Lo que rebela y da mucha bronca es que decenas y decenas de legisladores, funcionarias y funcionarios de distintos partidos políticos, sean cómplices del fenomenal negocio de democratizar el veneno porque creen que la “producción” está por encima de la salud humana.

Mientras tanto Ludmila avanza hacia la leucemia como consecuencia de la cobardía de los sectores políticos más poderosos. Ellos también forman parte del perverso y temible equipo de los envenenadores.


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