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La EVOlución de Bolivia

Esta noche, Evo Morales recibirá un Doctorado Honoris Causa, en una universidad de la Ciudad de Buenos Aires. Por estos lares, seguimos tratando de entender qué manganeta nos hicieron con el asuntito este de las pérdidas que arrojaron Pampa Energía, Pan Energy y las otras productoras de gas. Pobrecitas. Yo, el último recuerdo que tengo, muy borroso, como si me hubiera fumado uno, es que nos pusimos a festejar que en vez de pagarla en las boletas, la deuda la tomaría el Estado. Como si le hubiéramos metido el dedo en el culo a Cambiemos. Evidentemente, hay una necesidad fuerte de sentir que ganamos algo. Bah, que no perdimos. Que empatamos con un gol en orsai sobre la hora. Es que venimos de meter la inflación más alta de lo que va del siglo; la tenemos a la Ministra de Seguridad que insiste en culpar a los movimientos sociales por el narcotráfico; y después está el capo de la Secretaría de Deportes, Diógenes de Urquiza, que mandó “a laburar” a los pibes que se quedaron sin la beca del ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), porque así lo dictaminó el artículo 56 inciso verga del acuerdo de ajuste con el Fondo.


Cada cosa que te enterás, en este paradójico país, es otro retorcijón por esa comida en mal estado que nos clavamos el 22 de noviembre de 2015. Y después pasa eso de que tenés países como Bolivia donde la gente se relaja porque sabe que tiene un gobierno amigo, que, si puede, le va a tirar una soga. Y tenés países como Argentina (jajajaja) donde tenemos lo que tenemos y así andamos, viendo por dónde nos van a meter el perro la próxima vez. Y todavía pensás que te vas a anticipar para sacar la guita a tiempo (jajajaja).


Hablando del asunto del gas, podríamos recordar que hace apenas seis años, el gobierno de la Katrina recuperaba YPF, con un decreto que promovió la nacionalización del 51% de las acciones que pertenecían a Repsol y que permitía volver a pensar en aquello del auto-abastecimiento y de la soberanía nacional. Después, qué importa del después. Ahora tenemos que andar escribiendo sobre esta tal “Pampa Energía”, pero más bien habría que hablar sobre la vieja “Pampa y la vía”, porque la posta es que nos cabe jugar con fuego y morder la banquina, como la muchachada del hipódromo.


Uno de los amigos que le salvó las papas a la Argentina, cuando vio que estaba a punto de rifar las escrituras con este tema del gas, fue el Estado Plurinacional de Bolivia: nuestro tótem de hoy. Estamos segures de que alguna vez habrán oído decir que se viene la “guerra del agua”. Piensenló: en la góndola del súper, en el baño de la estación de servicio, tal vez en la popular de Banfield. Bastiones del “Hablemos sin saber”. Hasta el capo de Google, Larry Page, parece que anduvo invirtiendo en eso. Lo cierto, lo que podemos afirmar que ya aconteció, no fue la batalla por el agua, sino la Guerra del Gas. Fue en Bolivia, fue motor de todo lo que vendría después, y se están cumpliendo 15 años de esos hechos trágicos que desembocarían en la virtuosa calma del pueblo andino.


Esta semana se cumplieron los 15 de la renuncia de Sánchez Losada, el ex presidente boliviano que aprovechó el veranito de 2003 para lanzar un conjunto de medidas que figuraban en las páginas de la Biblia neoliberal. La cosa se empezó a caldear, pero, como veía que resistía, no fue a llamar otro elefante, sino a diez juntos: al chabón le pintó cerrar un acuerdo de exportación de gas natural desde un puerto chileno. No solo que el precio era irrisorio, considerando que Chile producía gas natural para menos de 2,5 millones de personas, sino que, además, parecía un mal chiste histórico: con Chile fue a cerrar, el país que derrotó en guerra a Bolivia en 1879 y que, desde entonces, se niega sistemáticamente a negociar una salida al mar. La tela de la araña no resistió el peso de diez elefantes a la vez: la Central Obrera Boliviana (COB) y la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia se volcaron a la calle masivamente, recibiendo una feroz represión que dejó un saldo de más de 60 muertos y cientos de heridos. Sánchez Losada se tomaba el palo y un ignoto Carlos Mesa asumía la presidencia. La presencia del MAS y el Movimiento Indígena Pachakuti se hacía notar. Esa palabra rara es un concepto de la tradición andina, milenaria, que daba cuenta de un tiempo donde los pueblos originarios de América alcanzarían su liberación.


Mesa otorgó la amnistía a los presos que había dejado la lucha de septiembre y transitó como pudo las aguas turbias. En 2005, dos años después de su caótica asunción, celebró una Asamblea Constituyente para discutir el asunto del gas natural. No había muchas opciones: aumentar regalías e impuestos a favor de las empresas trasnacionales asentadas en el país, crear una sociedad mixta o decretar la estatización definitiva. Juan Evo Morales Ayma, dirigente de 45 años, se inclinaba por la última. Algunos meses después, el hombre de ascendencia aymara se transformaba en el presidente de los bolivianos y convocaba una nueva Asamblea Constituyente, que legitimaría su propuesta en relación a los recursos naturales. Los ingresos por la explotación del gas se incrementaron rápidamente, a raíz de la firma de los nuevos contratos. Pero Evo aguardó hasta el 1° de mayo para anunciar la estatización completa de todas las reservas del país. De ahí en adelante, los días del trabajador son jornadas de alegrías y conquistas para el pueblo boliviano: lo último que supimos fue que todes les trabajadores, del ámbito público y también del privado, cobrarían doble aguinaldo. ¿La razón? Bueno, que a Bolivia le dan los números para hacerlo. Tan simple como eso.


Evo Morales lidera un fenómeno popular que lleva doce años en Bolivia, y es dueño de una lengua filosa y reflexiva que hace poquito salió otra vez a la cancha, cuando le tiró la onda a Trump de que a Estados Unidos no le cabe mucho la democracia. Con la misma lucidez, planteó en 2006 que, como aymara, él se sentía orgulloso de la clase media boliviana, profesional e intelectual, pero que a la vez le reclamaba que también ella se sintiera orgullosa de los indígenas originarios. El peso de los elefantes de la cultura ayllu, cayendo suavemente sobre la delgada e inocua telaraña posmoderna.


Somos muches, que resistimos en Evo. Hoy, 19 de octubre, en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, el presidente de la hermana Bolivia recibirá un Doctorado Honoris Causa. En algunos trabajos de Noticias de Ayer hemos escrito sobre García Linera, ladero intelectual de Evo y reserva ideológica de América Latina. Está bueno leerlo a Linera, pensarlo, discutirlo. Pero a Evo se lo siente, porque Evo es de lo que habla siempre Linera: Evo conmueve por la mochila que carga y por las arrugas que el sol fue surcando en su piel andina.


La historia que contamos acá no la protagonizó el Evo que hoy se va a subir al atril para ser aplaudido por todes. Esa historia de la Bolivia devastada y luego reconstruida la hizo el Evo de barro, el cocalero, el sindicalista. El mismo que dijo, ese verano de 2006: “Se acabó eso de resistir por resistir. Con los movimientos sociales de las ciudades y del campo, con conciencia social y con capacidad intelectual, es posible derrotar democráticamente los intereses externos”. Acá andamos nosotres con nuestro dolor de vieja arboleda, acobardades como esos pájaros sin luz. Pero hoy viene el Evo de barro a decirnos que dejemos el tango para otro momento, porque la lucha es ahora, y está bastante brava.

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