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Cuerpos y huellas de septiembre

Por Carlos Del Frade

(APe).- -Las armas caseras no dejan huellas en los proyectiles ni en los cascos y hemos secuestrado muchas ‘tumberas’ tras el intento de saqueo, pero no se puede determinar de cuál provino el disparo que mató a Ismael mediante el análisis del elemento que se le extrajo al niño – dijo el fiscal Marcelo Soto que investiga el asesinato de Ismael Ramírez, de solamente trece años, en Roque Sáenz Peña, cuando junto a su hermano miraban cómo le negaban a la gente la comida que le habían prometido. No era ningún saqueo, aunque el fiscal diga otra cosa. Pero es necesario reparar en parte de su frase: “las armas caseras no dejan huellas”.



El cuerpo de Ismael deja una huella en el presente argentino.

En septiembre, los cuerpos y las huellas del sistema, tienen una curiosa coincidencia en estos saqueados arrabales del cosmos.


El 8 de septiembre de 1990, el cuerpo de María Soledad Morales aparecía ultrajado en las afueras de Catamarca. La dignidad de las pibas y los pibes de las escuelas secundarias, entonces, generó una movilización que, por lo menos, cambió el mapa político de la tierra de montañas azules. Aquel femicidio que nunca fue nombrado de esa manera, dejó huellas claras: los hijos y los amigos del poder tomaban los cuerpos adolescentes como territorios a explotar.

El 18 de septiembre de 2011, Paula Perassi, en la ciudad de San Lorenzo, fue desaparecida y su cuerpo no fue encontrado hasta el presente, a pesar de la súplica de su padre que, desde entonces, reclama encontrar aunque sea un huesito de su hija. Policías, empresarios y silencios de varios funcionarios forman parte del ocultamiento. Cuerpos y huellas de septiembre.


También el 18 de septiembre pero de 2006, el cuerpo del albañil Jorge Julio López fue tragado por la impunidad construida por nichos corruptos y asesinos de La Bonaerense, siempre asistidos por algunos empresarios y otros tantos dirigentes.

Cuerpos que no están pero que gritan huellas de redes que atraviesan los diferentes poderes de la república saqueada.


Cuerpos estragados por el veneno que multiplica las ganancias del sistema que desaparece cuerpos o los mutila, como el de Fabián Tomasi.

Tenía 53 años y pesaba menos de cuarenta kilogramos.

Durante años había sido fumigador en Basavilbaso, en el interior de una provincia hermosa como es Entre Ríos.

Se le había declarado una polineuropatía tóxica metabólica severa, “que le causó una disfunción del sistema nervioso periférico. Contrajo la enfermedad a raíz del contacto con los venenos, ya que, según explicó, nadie le advirtió de los riesgos que corría y trabajaba sin protección”, dicen las crónicas periodísticas.

-Era verano, trabajábamos en pata y sin remera, y comíamos sandwiches de miga debajo de la sombra del avión que era la única sombra que había en las pistas improvisadas en el medio del campo. La única instrucción que yo recibí fue hacerlo siempre en contra del viento, así los gases no me afectaban…No son empresarios, son operarios de la muerte…Lo que más duele es el silencio de la mayoría, y todos esos niños que nacen con malformaciones por los agrotóxicos en un país sin asistencia y que les da la espalda.

Mientras, las empresas que los fabrican, los medios que los defienden, y los funcionarios que los permiten, insisten con llamarlos fitosanitarios, como si no mataran, como si la vida no importara – decía Tomasi.


En su cuerpo tan parecido a las fotografías que muestran los horrores de Vietnam, están las huellas de sus asesinos, los poderes que construyen, todos los días, el sistema en el que vivimos y morimos antes de tiempo.

En estos días de septiembre, el cuerpo de Rosalía Jara, en el norte profundo de Santa Fe, parece haber sido encontrado de casualidad. Los nichos corruptos y asesinos de la policía hicieron todo lo posible para no buscarlo.


Por eso es necesario reparar en la frase del fiscal Marcelo Soto que investiga el asesinato de Ismael Ramírez en Roque Sáenz Peña.

Las huellas están allí, en estos cuerpos que vienen gritando, desde hace mucho, en este septiembre que siempre presenta la resistencia del invierno de la indiferencia y la impunidad a pesar que la primavera esté cerca.


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