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Construyamos otra realidad

Por Daniel Mojica


La realidad se empeña en imponerse. Por más que uno imagine posibles alternativas para sacarse de encima los condicionamientos que el sistema de poder impone a los gobiernos que el pueblo elige, los que tienen que tomar las decisiones, los elegidos por el pueblo, terminan enmarañados en acuerdos que nunca se muestran a la luz del día.


Entonces, los comunes mortales que militamos antes de cada campaña electoral, vemos los spots, los afiches, las banderas históricas pintadas en colores, escuchamos los discursos, y soñamos con el cambio de rumbo que nos lleve a la ansiada Patria Justa, Libre y Soberana.


Pero no hay caso. La realidad se empeña en imponerse.

Es lógico. Si somos nosotros los que tenemos que cambiar la realidad.

Pero como confiamos en los discursos que se dicen antes, durante la asunción, y en algunas notas en diferentes medios que los elegidos y asumidos dicen, retomamos el ejercicio de plantearnos alternativas para sortear las trampas que los medios y la oposición siembran. Pensamos, este es el momento de tomar una de aquellas medidas que nos entusiasmó y nos animó a depositar este voto.

Pero pasó el momento. Llegó otro momento y tampoco. No. No hay caso.

La realidad se empeña en imponerse.


Llegó la ayuda inesperada del destino, o vaya a saber que o quien disparó al aire ese microbio que nos cambió la vida desde hace casi 4 meses.

Entonces nos ilusionamos. No cabe ninguna duda que esta es la oportunidad inesperada que cayó de regalo para tomar esas medidas que cambien la inercia que desde que recuperamos la democracia nos hace dar vueltas para estar siempre debiendo millones y volver a empezar de cero. O de menos cero.

Pero no hay caso. La realidad se empeña en imponerse.


Llega un momento en que las palabras ya no tienen la misma consistencia. O resonancia. Como que va perdiendo valor o se desgasta.

Porque corremos el riesgo de que nos pase como a Vladimir y Estragón, en la magistral obra de Samuel Beckett, que se pasan los dos actos esperando a un Godot que nunca llega.


El problema radica en que no tenemos todo el tiempo del mundo. Ni del mundo que era antes del microbio. Ni del que será después. Porque además no sabemos como será. Pero debemos hacer que sea diferente.



Yo tengo un defecto desde mi lejana juventud de militante que sigo arrastrando. Creo en la política como herramienta para cambiar la realidad. Pero resulta que la política está llena de políticos y vacía de militantes. A esto se le sumó un grave problema. Muchos militantes que llegan a ocupar algún cargo dentro de la estructura de donde sea, se transforman en políticos. Entonces dejan de ver a la política como esa herramienta para cambiar la realidad.


Entonces esos políticos, que fueron militantes, se transformaron en dirigentes, concejales, intendentes, gobernadores, jueces, fiscales, presidentes. Siguen hablando del pueblo, de sus necesidades, de sus carencias, del hambre.

Pero cuando llegan al lugar para el que nos pidieron el voto, es como si no se animaran a usar el poder que les dimos.


¿Acaso no sabían cuando nos pidieron ese voto, que había grandes intereses que combatir para cumplir lo que prometieron?

¿O ignoraban que había clarines, techintes, vicentines, roccas, escribanos, magnetos, embajadas?


Me resisto a creer como dicen algunas personas que amo entrañablemente cuando miramos las noticias sobre el espionaje despiadado “nadie va a ir preso”.


No es una queja. Es un reclamo.

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