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Combatir la desinformación

Por Daniel Mojica


“...La desinformación en que se tiene sumido al pueblo argentino es el arma más poderosa que emplea ahora el invasor para hacer irreversible su conquista económica y para consolidar el país tributario – sin derecho alguno – en que nos ha transformado. La situación es trágica para el futuro de cada uno de los argentinos porque el conquistador quiere el territorio conquistado libre de ocupantes, es decir de intrusos. Y aquí somos intrusos de quince a veinte millones de argentinos que quedamos afuera de la Argentina anglicanizada...” (Norberto Galasso: De Martínez de Hoz a Cavallo, pags. 118/119, Ed. Fraterna, Buenos Aires, 1992) En la Argentina existen varios procesos de desinformación, que llevan a una ignorancia específica, que no es la falta de instrucción escolar. Es la ignorancia acerca de la realidad que atraviesa a nuestro país. Esa ignorancia tiene como protagonista a los grandes medios de comunicación, hoy transformados en Corporaciones Empresarias, que gerencian medios de comunicación. Para graficar la instrumentación o dosificación, si se quiere, de esa ignorancia tenemos el anuncio hecho por una de esas corporaciones dueña de medios que explicó “La realidad se puede tapar o hacer tapa”. Dando al verbo “tapar” el sentido de ocultar, esconder. Si tenemos en cuenta que los medios de comunicación, como se dice generalmente: forman opinión, vamos tomando real dimensión de la capacidad de manipulación, cuando estos medios son manejados por intereses que se oponen a los de las grandes mayorías. Podemos ir tomando nota de cómo y en qué dimensión alteran las reglas de juego de la democracia. Porque ocultan lo que perjudica a sus intereses y “hacen tapa” con lo que los beneficia. A ellos y a sus asociados, dirigentes políticos, empresarios, sindicales, funcionarios de los tres poderes que componen el Estado en la Argentina. Desde el lado del Estado también suelen tener intereses paralelos. Entonces acompañan el juego desde los ámbitos de la educación. Paradójicamente, fomentando la ignorancia desde la implementación de métodos que no desarrollan la inteligencia, la creación, la imaginación, el deseo de saber más.

La ignorancia es la gran apuesta de los opresores contra los oprimidos. “...las clases inferiores de la sociedad deben ser llevadas a un control total, es decir ser puestas a la calle, sometidas al yugo, y asignadas a un deber social de largo plazo desde una edad temprana, antes de que tengan una oportunidad de hacerse preguntas o cuestionamientos sobre la propiedad de la materia. Para llegar a tal conformidad, la célula familiar de las clases inferiores deben ser desintegradas por medio de un proceso de aumentación de preocupación por parte de los padres...” (de ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’, Grupo de Bilderberg) Una dificultad histórica de los oprimidos es que no logran construir dentro de sus propias fronteras, la misma sólida unión que lograron los opresores. Porque más allá de algunas diferencias desde finales de la segunda guerra, cuando se dividieron el mundo, los que oprimen, vienen moviendo los hilos de la historia a su antojo. Van disfrazados de grandes demócratas proclamando valores que no sustentan. Conspirando desde las sombras contra los gobiernos que no se subordinan. A los que se subordinan, luego de un tiempo prudencial, los bajan de la escena inventando excusas que recorren el mundo recostados en los medios de comunicación que manejan. A muchos los terminan asesinando en oscuras revueltas que promueven, en nombre de la bendita democracia. Siguen la regla de los grandes imperios pasados, que reza “el imperio no paga traidores”. Pese a ser tan conocida la sentencia, los traidores siguen con su costumbre. Los oprimidos no lograron la misma homogeneidad continental. Esa que fuera proclamada por un gran líder de la América morena, que siguiendo el mandato de los grandes patriotas que dio este continente, soñó con una Latinoamérica unida camino al Universalismo. Estamos ante una instancia que podría ser el comienzo de una nueva etapa en este mundo. Dependerá de la creatividad, coraje, y aprovechamiento de las condiciones que se vislumbran, por parte de quienes tienen responsabilidades de liderazgo. Sea en representación del gobierno de una Nación, o en nombre de una identidad que convoque grandes mayorías, en diferentes geografías, de lograr la unidad de los oprimidos. Superando los personalismos que hasta ahora lo impidieron. Tal vez no sea una cuestión de colores partidarios. Quizás alcance empuñar una sola bandera que diga “Libertad de decidir nuestro destino”.

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