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Santino: "Es difícil que alguien pueda llevarse por delante a una piba plantada en sus derechos"

Es profesora de Educación Física y Ciencias Biológicas. Se desempeñó como futbolista y hoy es reconocida por su labor como directora técnica y co-fundadora del colectivo La Nuestra, en la Villa 31 de Retiro. En diálogo con #Desmalezando, contó cómo llegó al barrio y compartió algunas sensaciones de estos 15 años al frente de un espacio que no para de ampliar sus fronteras, a fuerza de romper moldes y conquistar derechos.


PH: Virginia Robles (El Grito del Sur)

Una serie de circunstancias me llevaron hasta el barrio. Yo venía de trabajar en un programa de fútbol femenino, en la municipalidad de Vicente López. En los Juegos Evita, en 2007, conozco a una entrenadora estadounidense que había formado un grupo en la Villa 31. Tenía una beca para estudiar aquí y estaba terminando su tesis como socióloga. Pero no quería que su equipo de chicas se quedara huérfano, una vez que ella se fuera, y yo tomé esa posta”. Cuenta que su compañera Allison no podía comprender cómo, en un país tan futbolero como el nuestro, las pibas tenían tantos problemas para poder jugar. Lo cierto es que había un laburo inmenso por hacer, y el mismo día que la pionera regresaba a su país, Mónica Santino ponía un pie en la cancha para seguir construyendo una historia que ya había comenzado.


En ese momento, explica la entrenadora, recibió un grupo que estaba integrado por entre 10 y 15 chicas adolescentes. Se pusieron objetivos claros: ganar el territorio, ejercer como los varones el derecho a jugar a la pelota, visibilizar la movida y convocar a más mujeres del barrio para consolidarse como grupo. “Toda esa primera etapa fue de lucha para ganarnos el derecho de ocupar el territorio de juego, que era la cancha del Barrio Güemes, y de resistencia para que no nos corrieran, una vez que estábamos ahí”. La contienda era física, porque tenían que poner el cuerpo para ocupar el lugar de disputa, y era simbólica, porque tenían que ganarse un respeto como deportistas que hasta entonces les estaba vedado, por el solo hecho de ser mujeres.


“En los barrios, a la mujer se le enseña desde muy temprana edad a ejercer tareas domésticas y de cuidado. La mayoría estamos educadas para entender que los espacios de placer son más cortitos para nosotras, porque nos tenemos que ocupar de asuntos más importantes. Con La Nuestra se armó un camino de libertad que es inmenso, y es hermoso, porque vino a poner un derecho en movimiento, y eso hace que nos empoderemos todas juntas”. Mónica dice que, cuando jugás a la pelota, te das cuenta que no se puede avanzar en el campo sin descargar en una compañera, sin alzar la cabeza para saber a quién darle un pase. Explica que jugando a la pelota se aprende a poner el cuerpo y también a aplicar un codazo, si es necesario.


“El deporte es una herramienta valiosa para encontrarte con pares y comprender que las transformaciones son colectivas. Todo lo que el fútbol enseña corporalmente, nosotras lo usamos cuando hablamos de erradicar la violencia de género, porque una piba que está plantada en la búsqueda de sus derechos es difícil que alguien pueda llevársela por delante”. Hoy, La Nuestra tiene un equipo de 11 profesionales, entre entrenadoras, educadoras populares, trabajadoras sociales, y una cantera de más de 200 futbolistas, que van desde niñas de 5 años hasta mujeres de 50. “Durante ese rato, cuando ellas están jugando, puede haber un compañero varón cuidando a sus hijos o haciendo alguna parte de la tarea del hogar. Eso es un montón, y hace que nos replanteemos todo”, cierra la profe. El camino de libertad es inmenso, y hay mucho campo de juego para seguir explorando.


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