Por Silvana Melo
(APe).- ¿Hay una pena sistémica impuesta para los niños? ¿Hay niños que se mueren de olvido, de calor y de asfixia en el huevito de un auto? ¿Qué vida, qué desesperaciones, qué desesperanzas, qué locura de supervivencia impulsa a un hombre a la ceguera de creer que dejó a su bebé en la guardería y en realidad no? ¿Qué piloto automático, qué botón programador activa el sistema desde el despertar para robotizar la vida y salir a buscar a la nena a la guardería y encontrarla en el auto ocho horas después, con la vida esfumada, como un vientito que se fue?
¿Qué colmillos sociales despiertan en la ciudadanía opinante para saltar a la yugular de un hombre cuya automatización acaba de descargarle una condena de por vida? ¿Tan perturbador es pensar que el sistema fabrica engranajes con un mínimo de conciencia y que todos formamos parte de esa maquinaria? ¿Tan perturbador es pensar que nos puede pasar? ¿Tanto que hay que salir a buscar ACVs, amnesias temporales y cualquier otra enfermedad que deje a los normales fuera de la eventualidad?
¿Es casual que sea Estados Unidos el mayor acumulador de muertes de niños olvidados en vehículos? ¿Es para los amnésicos que se fabrican autos con chips que avisan al conductor si se olvida al niño o al perro en el asiento de atrás? ¿O es para estructurar la locura que impone el sistema, con alguna reducción de daños? ¿Ocho horas dentro de un auto y nadie vio a la nena? ¿Nadie de la marea social que circula todos los días por esta vida la vio? ¿Nadie sospechó de esa soledad dentro de un auto? ¿Alguien de los que piden cárcel y castigo ejemplar piensa en que la Justicia sería como una cuchillada en un herido de muerte?
Aunque no esté en el Código Penal la Justicia avala la pena natural (aquella que Hobbes llamaba pena divina). El dolor que produjo el supuesto delito en el acusado es tan atroz que supera cualquier condena judicial.
La violencia mediática y la ola punitiva en las redes colgará a este padre como herramienta de auto-absolución. Mientras el sistema aceita sus engranajes para que todo siga caminando, sin pensar, ver ni oír, como está planificado.
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