“Sacude tu cuerpo libre, consume que no hay peligro”, decía Dietético, quinto track del álbum “Soda Stereo” de 1984. Bueno, es obvio que no aplica para Argentina. Si creímos que con las leyes de solidaridad el ascensor de los precios se frenaba un poco, hicimos “sapo”: la inflación de enero anduvo en un 3% mensual. Al parecer, la publicación del nuevo acuerdo de “Precios Cuidados” con casi 300 productos, vino con una nueva jugarreta de los remarcadores seriales: elevar el precio de los bienes que están por fuera del acuerdo. “No están ayudando”, bramó Alberto Fernández, y amenazó con “Ley de Góndolas” y otras yerbas.
El precio de algo es la suma del costo de producción, el de comercialización, el impuesto estatal agregado y el margen de rentabilidad o ganancia. Y ahí, como explica Augusto Costa en su último libro, se genera la formación de precios. De estos costos, algunos son en dólares, y ese suele ser el argumento líder de los comercios o de las empresas privadas de medicina prepaga. Pero atenti acá: según el INDEC, el incremento de insumos industriales acompañó en 2019 la suba del tipo de cambio: mientras este último se elevó un 50%; los minerales crecieron un 59,2, las sustancias químicas un 53, los productos con vidrio 56,8 y los plásticos casi un 50. Muy disciplinados, ¿no? Bueno, no tanto, porque después del “Super Cepo” macrista de octubre, el tipo de cambio se movió apenas un 2,3%, y los insumos crecieron todos por encima del 6%. Aumentar “por las dudas” dicen unes, inercia inflacionaria dicen otres.
Pensemos entre todes, mejor. Rosario Martinez Vargas, productora de la economía popular, le adjudica el fenómeno a “ser poco nacionalistas y creer poco y nada en nuestra moneda”. Pero del lado del comercio vale la advertencia de nuestro vendedor de vinos, Ruben Kaplan Krep: “Es difícil ganarle a la coyuntura y peligroso, si no subís lo suficiente te descapitalizás, pero si remarcas con mucho margen se te caen ventas, y también la imágen”. La cultura inflacionaria está ahí: es memoria, historias, frustraciones, pero también especulación. Por eso, Andrés Ruggeri dice que “todo el mundo guarda productos, se cubre de aumentos y genera una ‘bola de nieve´ difícil de parar”. Una de nuestras consumidoras “todo terreno”, Gisela, cuenta un caso testigo de esto: “Conozco una persona que vende bicicletas: el tipo tenía el local lleno de mercadería, pero no les ponía precio hasta no ver cómo se acomodaba el dólar; yo entiendo que te cuides, pero si ya las pagaste, y ya las tenés, ¿por qué no las vendes?”
Pero Luzbelito no solo son los sectores productivos, la política también tiene que rendir exámen. Eduardo Julio Amorín, de Tienda Consol, recuerda cuando Cristina le espetaba a Aníbal Fernández: “Vos sos el primero que tiene que pesificar”, y agrega: “Para que un empresario argentino y la clase media confíe en pesos y ahorre ahí, van a tener que pasar 30 o 40 años de políticas macro sólidas”. Bueno, no tenemos tanto tiempo… a seguir pensando.
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