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Fernando Rosso: “Se lo evoca mucho, pero el Estado le resuelve muy pocas cosas a la gente”

Fernando Rosso es escritor y periodista, dirige el sitio La Izquierda Diario y editó recientemente el libro La Hegemonía Imposible. Consultado por #Desmalezando sobre la construcción de hegemonía en Argentina, repasó algunos hechos claves de la historia nacional y analizó también la actualidad, intentando descifrar algunas pistas de esta crisis de representatividad y respondiendo a la pregunta de por qué cuesta tanto imponerse en el tiempo, en un país como el nuestro.



“Se vincula la no hegemonía con una falta de liderazgos políticos, pero lo que ocurre es que los bloques mayoritarios de nuestro país han agotado sus programas económicos y sociales, las propuestas para sacar el país adelante. En este contexto, se plantea una hegemonía imposible. Las coaliciones políticas han demostrado capacidad de vetar el proyecto del otro, pero no de imponer el propio, y entonces surge la idea del ‘empate’, una definición clásica que proviene del pensamiento gramsciano”. Rosso cree pertinente refrescar también la noción de hegemonía: “Cuando un sector social, o de clase, consigue que sus intereses particulares se transformen en intereses universales”. Aquí operan instrumentos inherentes a la política como la persuasión, el convencimiento, la apropiación de ideas, el lenguaje, la identificación.


Rosso describe la situación que atraviesa la sociedad argentina como un empantanamiento, en términos políticos y también sociales: “El Estado es muy mínimo. Si en algún momento de la historia Argentina tuvo peso, hoy aparece como una estructura débil, agotada, en el sentido de que se lo evoca mucho, pero el Estado le resuelve muy pocas cosas a la gente. Esto hace que la derecha pueda cuestionar, y en ese pantano estamos: ‘¿Qué te ha dado el Estado?’. El gobierno puede responder que las vacunas, pero si después la inflación crece, el salario pierde, la precarización avanza, el resultado da mal, y ahí no hay ninguna expresión política que pueda consolidar un proyecto de modo tal que le permita construir hegemonía”.


Expresa Fernando que la pretensión de que no intervengan los sectores del pueblo, para evitar convulsiones o enfrentamientos, decanta en una indefinición del empate gramsciano y en un aletargamiento de la decadencia social. Ejemplifica con las revueltas producidas recientemente en Chile y en Colombia, que -“igual que ocurrió en nuestro 2001”- no fueron ciegas, sino que estuvieron guiadas por demandas concretas de amplios sectores de la sociedad. “En la medida que produce más crisis, el capitalismo se desvaloriza y los sectores dominantes se vuelven más corporativos. Así, se alejan cada vez más de la posibilidad de construir hegemonía”. Si el asunto es que los intereses particulares se camuflen en intereses comunes, debe operar el arte de la persuasión. Si lo que hay, en cambio, es fricción y opresión, habrá solo contra-hegemonía y la persistencia de un empate permanente.


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