
Mañana de frío en mi conurbano querido. Llego temprano a la universidad, tan temprano que literalmente soy quien prende la luz del aula. Al rato llega una compañera con cara de cansada, pero intentando ponerle toda la actitud al último día de la semana activa. Cuando le pregunto qué tal está, me contesta casi automáticamente: Bien. Iba a seguir caminando hacia su asiento, pero se frenó y me dijo “No, ¿sabés qué? No estoy bien. ¿Por qué tenemos que decir que estamos bien cuando no lo estamos?” Eso me quedó resonando toda la mañana, más que nada porque yo también estaba de mal humor. Ante este panorama, lo primero que lanza la gente es un “¡Qué histérica que estás hoy, mami!” cuando simplemente sos una simple mortal que tiene un mal día. Entonces me puse a pensar en todo lo que eso conlleva. Esa palabra: histérica y por qué solo en femenino. Siempre las locas, las histéricas, las mal cogidas son las mujeres. ¡Y todo por una mala contestación, por pararse de manos, o simplemente por ser seres humanos que tienen un día de mierda como podría tenerlo cualquiera! Eso sí, si es un hombre quien te habla mal, quien anda medio reacio y antisocial, nos conformamos con un “¡Ah, pero él es así, malhumorado, un rudo, un macho!” ¿Por qué esa palabra? ¿Por qué histérica? Todo se lo debemos a un hombre (¡qué casualidad!) llamado Sigmund Freud, quien estableció que la solución a todos nuestros problemas, la respuesta a todas nuestras plegarias, era tener una buena dosis de orgasmos. De esta forma, las mujeres que, y en palabras del propio Freud, tenían “una tendencia a causar problemas” era porque no contaban con su pito salvador correspondiente. Bajo esta misma lógica, se consideraba al deseo sexual reprimido de las mujeres como una enfermedad, cuyo remedio eran “masajes pélvicos” que, en un principio, realizaban los propios doctores. Pero al poco tiempo (¡qué casualidad! x2) los señores de la medicina notaron que era muy agotador ocupar sus manos y su preciado tiempo en dar placer a las mujeres, razón por la cual le otorgaron la tarea a las comadronas que se encargaban de que las muchachas lleguen al “paroxismo histérico” (en otras palabras, al orgasmo). En esta sintonía, la autora Rachel P. Maines quien escribió el ensayo “La tecnología del orgasmo: la histeria, el vibrador y la satisfacción sexual de las mujeres” observó que “el único problema era que los médicos no disfrutaban con la tediosa tarea del masaje. La técnica era difícil de dominar para un médico y podía tomar horas”. Por otra parte, Maines era consciente que, para estos señores, derivar a las mujeres a las comadronas era una pérdida de oportunidades de negocio, motivo por el cual se les prendió la lamparita y crearon el vibrador mecánico, usado desde 1870 con fines médicos. Sin embargo, a finales del siglo XIX, el hecho de que los hogares tuvieran electricidad facilitó la llegada del vibrador al mercado de consumo. De hecho, un catálogo de electrodomésticos que data de 1918 incluye un anuncio para un vibrador portátil con accesorios, descrito como “muy útil y satisfactorio para el uso casero”, ya que el tratamiento en casa era más barato que ir a que las comadronas o los exhaustos doctores te toquen la concha. Ahora, la pregunta es, ¿es la histeria solamente femenina? Fueron los hombres los que creyeron que, lisa y llanamente, el sexo mejoraría nuestras vidas y, al salvar a la humanidad de nuestro temible carácter de mal cogidas, mejoraría también la vida social del planeta entero. Entonces, ¿por qué se aterrorizan cuando una mujer disfruta de su sexualidad plenamente? Al mismo tiempo que quieren que una sea “gauchita”, pero no demasiado, porque si no pierden el interés porque “lo tienen todo servido en bandeja”. Nos quieren putas, pero no tanto. Y no con cualquiera, no con todos, no con quien vos quieras, solo con ellos. ¿Por qué se empeñan en negarnos el placer y encima culparnos por las supuestas consecuencias? Porque si sos una mal cogida es culpa tuya y deberías “hacerte atender como corresponde” porque andas como una loca histérica tratando mal a todo el mundo, al pobre mundo que no tiene porqué aguantarse tus arrebatos por falta de sexo. Sin embargo, con este planteo, pareciera que la histeria tiene nombre de varón: Con los labios rojos sí, pero la pollera no tan corta porque los demás te miran el culo. Pero, cuidado, no te pongas un vestido tan largo porque privas a que los tipos gocen mirándote esas piernas de diosa. Ponete una remera escotada para mí, pero tapate un poco porque si mostras mucho es porque estás buscando provocar a todos. Me encanta que te sientas libre y no te enojes cuando te digo “putita” en la cama, pero que ni se te ocurra incorporar un juguete porque para hacerte gozar solo existo yo. ¿En qué quedamos, amigos? Resulta que nunca saben lo que quieren. ¡Dan mil vueltas para todo!
SPOILER ALERT: Al final, los mal cogidos son ustedes. Deberían hacerse atender, che…