Ya en el segundo año de gobierno de Mauricio Macri, la impaciencia sobre el devenir de la economía va ganando a diversos sectores de nuestra sociedad. ¿Llegará el ansiado despegue o la economía continuará en caída libre? Ciertos indicadores de producción y recaudación parecen dar la pauta de que la economía estaría, al menos parcialmente, dejando de caer.
Sin embargo, la base de comparación con diciembre de 2015, cuando la actividad se frenó a la espera del cambio de gobierno y de política cambiaria, es una base débil para sacar conclusiones definitivas.
De ahí que sigue abierto el interrogante sobre si pasamos a una fase de estancamiento, de rebote o si se trata del rebote de un gato muerto tal como denominan en la jerga financiera, al hecho de que una economía puede parecer rebotar transitoriamente, para luego continuar en una situación crítica. ¿Brotes verdes? El incremento de la producción de automóviles (+13,9% dic.16/dic.15) impulsado por las exportaciones a Brasil y las ventas al mercado interno; de las exportaciones (+34% dic.17/dic.16); un fuerte incremento del gasto en obra pública (Gasto Capital, +177% dic.17/dic.16); una muy leve mejora en los despachos de cemento (+2,2% dic.16/dic.15) y una recaudación de impuestos ligados al mercado interno (IVA DGI y Cheques,+36,55% prom. ene.17/ene.16) similar a la evolución de los precios según registros provinciales; generaron expectativas de que comience a detenerse el deterioro económico producido desde el cambio de gestión.
Sin embargo, la mayor parte de los indicadores se comparan con diciembre de 2015, un mes que en el marco del cambio de gestión y de política cambiaria, generó una verdadera parálisis de la economía y, especialmente, de las exportaciones y el gasto público en obras.
Por otro lado, aparece un punto que muchos analistas pasan por alto. Los indicadores de inflación con que se deflactan algunas variables resultan desactualizados. Esto se debe a que la canasta con la que se pondera no contempla el cambio de precios relativos generado por la suba de los servicios públicos. De esa manera, subestiman la inflación real al ponderar los nuevos incrementos tarifarios mediante ponderadores propios de cuando los servicios eran baratos, siendo que ya no lo son. Esa 2 subestimación de la inflación puede provocar que el seguimiento de la actividad por indicadores de recaudación, genere expectativas erradas de recuperación (que estarían indicando que la inflación real supera a la que registran los institutos estadísticos).
La larga transición del ajuste al populismo financiero La política económica de Mauricio Macri ha dejado atrás el esquema de ajuste basado en una alianza con los grupos exportadores con que iniciara su mandato. Tras el acuerdo con los fondos buitres, las divisas las obtiene mediante el endeudamiento externo, de manera que pudo sostener un dólar estable y en permanente apreciación y hasta demorar la prometida reducción de las retenciones a las exportaciones de soja. La apreciación cambiaria junto a la apertura de importaciones le permitió disminuir las tasas de inflación que se habían salido de control a comienzos del mandato, amortiguando el impacto de los fuertes incrementos de tarifas.
Esto no sólo por la desactualización de la canasta con que se ponderan los servicios en el índice de precios, sino también por la dificultad para remarcar que enfrentan los productores nacionales ante el ingreso de mercaderías a bajo precio desde el exterior. El costo de dicho esquema ha sido, una situación crítica de múltiples productores que cuando pueden, optan por cerrar líneas de producción y dedicarse a vender mercadería importada. Tras la larga espera por la iniciativa privada y la lluvia de inversiones extranjeras, los funcionarios de Cambiemos parecen renegar de su liberalismo y optar por ponerle el acelerador a la obra pública, especialmente la que se realiza en territorio bonaerense y en los municipios alineados con su gestión.
Sin embargo, todavía resta ver si ese incremento en las partidas (bastante inestable mes a mes) no ha comenzado demasiado tarde para tener un impacto significativo en la actividad de la construcción de cara a las elecciones. La comparación con el último año de gestión K, muestra que el impacto del gasto en capital en la actividad de la construcción demora unos meses.
Aun así, ni el dólar barato ni la obra pública son suficientes para asegurar el despegue de la economía. Para ello se requiere entrar definitivamente en el populismo financiero con su base en el consumo interno, cuya expansión parece ir a contramano con la estrategia de reducción de los costos laborales de la actual gestión.