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La aritmética de la política

EDITORIAL NOTICIAS DE AYER 01/11/2019




Decía el gran John William Cooke en 1964 reflexionando sobre los sucesos de 1945 que: “(…) Mirada desde el ángulo tradicional, la Unión Democrática era una aplanadora: estaban todos los partidos que tenía el país, es decir, todos los votos.

Los analistas procedían con criterio realista y admitían que de ese inmenso montón de sufragios había que descontar unos puñaditos de gente votaría al candidato “imposible” algunos obreros sin conciencia que se habían dejado engañar por el demagogo, los sectorcitos que seguirían a los radicales de la Junta Renovadora, los totalitarios, claro está, y por fin ciertos elementos de la población, como ser vagos, ladronzuelos, punguistas, borrachos, malevos...En suma, una ínfima minoría de estúpidos y antisociales, y por consiguiente, lo único que tenía interés era el escrutinio de las listas de diputados para ver como estaría compuesto el Parlamento que acompañaría al gobierno de Tamborín-Mosca (…) Ningún integrante de la Unión Democrática creyó que pudiera triunfar el coronel Perón. El 17 de octubre había sido un misterio “policial”: el 23 de febrero (elecciones) fue un misterio aritmético.”


La aritmética electoral volvió a estar como hace tiempo no lo estaba sobre la mesa desde el conocimiento de los primeros resultados del escrutinio provisorio del domingo a la noche, hasta estos días, tratando de explicar la potente suma de más de 2.200.000 votos de la fórmula Macri-Pichetto sobre la escueta suma de apenas 270.000 votos más de quienes triunfaron y se alzarán con el gobierno desde el 10/12, la fórmula Fernández. Números, números y más números: cuántos votos migraron de terceras fuerzas, el aluvión electoral de argentinos en el exterior, los que pasaron de blancos y nulos a afirmativos, los que migraron de fuerzas que no superaron las PASO, y obviamente, las 2873 que se están contando desde el día de ayer, de las cuales, como bien señaló Tuni Kollman esta semana: más del 75% son de la PBA, y 3 de cada 4 de la 1ra y 3ra sección electoral, quizá el rincón de la argentina junto a Formosa, Santiago del Estero a Catamarca donde el Frente de Todos demuestra mayor potencia electoral. Los números no apagaron el festejo pero sembraron dudas, incógnitas, inquietud –que si bien no apaciguó un festejo que estaba atragantado hace 4 años- ratificaron las desconfianzas sobre el escrutinio, SmartMatic, la manipulación electoral, el correo y la mar en coche.


La patria entera se hizo meme también, una nueva forma de pensar y jugar con la política, bienvenido si atrae y no expulsa decimos aquí: y uno de ellos, fue ese mapa de la Argentina partido en dos bandas celestes hacia el sur lejano y el norte profundo: “Peronia del Norte” y “Peronia del Sur”, solo cortado por esa banda amarilla de “Chetoslovaquia” incluyendo esa franja que va de Mendoza a Entre Ríos incluyendo Santa Fé, San Luis y Córdoba, y como olvidarla, nuestra querida Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero lo cierto, es que ese meme, o esos números ó la cabeza en alto de un Macri decidido a continuar en la política respondiendo al día después con desayuno con el presidente electo, super cepo cambiario para control de reservas y reuniones con el futuro parlamento, sólo se explican con otra aritmética, la de la política.


Esa fue la que permitió construir trabajosamente el Frente de Todos, deponer en 5 meses peleas de más de 10 años, juntar y reunir sobre ese escenario del hermoso Centro Cultural de Chacarita caras que se aborrecían hace tiempo atrás y articular una alternativa competitiva que logró lo imposible: derrotar por primera vez en la historia de Argentina y Sudamérica a un presidente en ejercicio que se postula a la reelección. La política de la Patria Chica explica también el relajamiento de la estructura partidaria del peronismo en el Interior para que Macri diera vuelta diferencias que parecían irremontables, la política y su movilización convirtió al #SiSePuede de las 30 ciudades en algo atractivo frente a la campaña de un hombre relajado que ya se había calzado el traje de Presidente y pensaba en el día después, la política les dio aire local a intendentes del conurbano que se despegaron de lastres y anclas para sostenerse, la política le dio espalda a un ajedrecista como Rodríguez Larreta para revalidar por cuarto mandato el embrión del macrismo con una cifra récord, y también la política, que tiene su aritmética gestual, es la que le indicó a Alberto Fernández que debía recibir aun pibe y ponerse una gorra al saber que había sido discriminado “por morocho” siendo Presidente de Mesa el domingo. No somos ni mejores ni peores que otros pueblos, compararse es perder tiempo, aceptemos nuestras virtudes y miserias, y ahora que todos y todas la valoramos más al parecer, defendamos la política, que puede ser eso que cantaba allá lejos en el tiempo el inefable Solari: “Un gran remedio para un gran mal”.




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